¿Cómo va la bolsa? A menudo algún amigo, de ésos que realmente no tienen interés alguno por lo que pase en los mercados, me hace esta pregunta. Evidentemente, la contestación que espera no es otra que un escueto bien, mal o regular. Y aunque la respuesta que recibe es de ese tipo, no deja de ser una cuestión que, incluso para los que estamos día a día sumergidos en los mercados, no tiene fácil contestación.
El problema radica en que lo primero que debe hacerse es fijar qué entendemos por bolsa, sin mayores concreciones. Los españoles, imagino que aquejados de la misma ceguera patriótica que sufrirán franceses, italianos o portugueses, tendemos a creer que la bolsa es nuestro Ibex. Y, en cierto modo, lo es, sobre todo porque una parte importante de nuestras operaciones, por no decir todas en la generalidad de los operadores, se realizan sobre valores patrios.
Sin embargo, en esta aldea global en la que vivimos no deja de ser un anacronismo el pensar que la bolsa es sólo esa pequeña porción del mercado que cotiza a este lado de los Pirineos. De hecho, históricamente, la tendencia de nuestro mercado se ha desarrollado como una mera réplica de la tendencia marcada por los mercados con mayúsculas, mercados que, mientras nadie nos dé un argumento convincente en contra, nosotros seguiremos situando en ultramar.
Lo que haya de pasar en la bolsa dependerá necesariamente de lo que pase en Wall Street, y más concretamente en el S&P 500, la madre de todos los índices bursátiles. Así ha sido durante decenios y así debería ser en el futuro, al menos mientras Estados Unidos siga siendo la primera potencia mundial, y no sólo en términos económicos.
Es cierto que este argumento ha quebrado durante el año pasado. El 2010 pasará a la historia por ser aquel año en el que las bolsas de no pocos países europeos se desmarcaron de la tendencia fijada por el S&P 500 y siguieron su propio camino. Lamentablemente, este gesto de rebeldía europea frente al imperialismo tendencial norteamericano se ha dibujado a la baja. Este extraño independentismo bursátil no nos dejará un buen recuerdo.
A pesar de todo, creemos que estos comportamientos divergentes no serán más que la excepción que confirme una regla vigente durante décadas y que, tarde o temprano, las aguas volverán a su cauce, que no es otro que el ver cómo los índices europeos en su conjunto siguen la estela marcada por ese astro rey que representa, todavía, el S&P 500.
¿Y cómo va el S&P 500? Pues bien, gracias. Casi un treinta por ciento de revalorización en menos de seis meses, con sólo una pequeña corrección en el mes de noviembre, no admite otra respuesta.
La gráfica que adjuntamos (del cfd sobre el índice en velas diarias) no deja lugar a dudas. La bolsa va bien.
Otra cosa es que ese doble intento fallido de superar los 1.300 puntos acabe siendo un doble techo de muy corto plazo, y que acarree la pérdida de la directriz alcista verde, dando lugar a un nuevo tramo correctivo, por lo demás necesario.
Y otra cosa es también que esa eventual onda correctiva en el S&P 500 coincida en el tiempo con un momento especialmente importante en índices europeos como el Ibex 35 ó el Eurostoxx 50, provocando acaso un efecto contagio en los mismos, haciendo que la superación por parte de los europeos de las relevantes resistencias que enfrentan (los 11.000 puntos del Ibex) vuelva a quedar en tareas pendientes, al menos en el corto plazo.
Pero estas otras cosas no se las vamos a contar a un amigo que nos pregunta por el estado de la bolsa, empujado más por un gesto de amistad hacia quien sabe especialmente interesado por el tema que por un verdadero deseo de conocer el estado de los mercados.
Seguiremos los acontecimientos, los de la bolsa y los de nuestra bolsa.