La bolsa es una perfecta máquina de descontar acontecimientos futuros. Los precios recogen. la mayor parte de la veces, con la debida antelación lo que la contabilidad acabará reflejando algún día. Las tendencias bursátiles nacen mucho antes de que las cifras manifiesten cambios relevantes.
La historia bursátil, sobre todo la más cercana, está plagada de ejemplos que ilustran convenientemente lo dicho. A comienzos de 2007, cuando nadie aún hablaba de una burbuja financiera, el sector bancario estadounidense (y nuestro BBVA, sin ir más lejos) ya inició su tendencia bajista. Es cierto que no sería hasta 2008 cuando las caídas se precipitaron, pero un año antes el mercado ya había decidido que había llegado la hora de comenzar a vender títulos del sector.
Con el estallido de la crisis financiera, los economistas pronosticaron que el consumo privado se resentiría de forma especial. Recuerdo cómo algún analista fundamental colocaba a un valor como Inditex, especialmente ligado a la evolución del consumo, bajo la perspectiva de ser uno de los que especialmente sufrieran las consecuencias negativas. Sin embargo, en noviembre de 2008, cuando más fuertes eran las bajadas y las acciones quemaban en las manos, el mercado decidió que ya no había motivos para seguir vendiendo a precios más bajos los títulos de la textil gallega. Lo que vino después es sobradamente conocido por todos y, a día de hoy, todavía es el blue chip nacional con mejor aspecto técnico en el largo plazo.
Puede ser que los mercados no sean eficientes, o al menos no en el modo en el que aquéllos que les achacan tal imperfección desearían que lo fueran. Quizá porque el mercado no es más que la suma de millones de decisiones tomadas por humanos (con alguna máquina también operando, es cierto) es por lo que resulta tan humanamente imperfecto. Y quizá ahí radique también el encanto de la bolsa, ése que hace que cada día yo dedique parte de mi tiempo libre a escribir estas líneas y ustedes a leerlas.
El mercado puede ser imperfecto, pero casi nunca se equivoca.
Y si esto es así, toca hoy preguntarnos si esa máquina ha empezado ya a descontar un escenario positivo para la economía española y, por ende, para la bolsa nacional. Echando un vistazo a las series que acompañamos a este artículo, puede verse cómo el BBVA parece hacer ya buena la ruptura de la bajista que le condenó durante todo el año 2010, o cómo Santander lucha por dejar atrás la suya. Vemos incluso cómo Telefónica aún tiene recorrido hasta enfrentar esa gran resistencia que cotiza en la superación en cierres de los 19,25 euros. Pero, sobre todo, vemos cómo el Ibex 35 vuelve a tener a tiro de piedra esa asignatura pendiente que supone la superación solvente de los 11.000 puntos.
¿Nos estaría diciendo el mercado, con el cruce al alza de dicha cota, que el riesgo país ha pasado? ¿Estaríamos ante el inicio de un gran cambio de tendencia en los mercados nacionales?
No queremos vender humo, ni parecer excesivamente optimistas. De hecho, también pudiera ser que el descuento que se hizo durante mucho tiempo reflejara un escenario totalmente catastrófico y que ahora toque poner al índice en el precio que corresponde a un escenario levemente mejor del esperado. Si se descontó que estaríamos con el agua al cuello, acaso ahora toque descontarse que la inundación sólo ha llegado hasta la cintura. A fin de cuentas, seguiríamos teniendo los pies mojados.
No sabemos qué será. Lo que sí creemos es que, si el índice cruza al alza los 11.000 con decisión, será mejor salir de dudas estando en el lado comprador. El violento rebote que se produjo en la zona de los 9.500 puntos era, en cierto modo, imprevisible. Ahora, tras el descanso (zona de congestión) que se está tomando el mercado, no hay excusas para dejar escapar la superación de los 11.000 puntos, y con ello el inicio de un segundo tramo al alza.
Seguiremos los acontecimientos.