No tenía mala pinta el movimiento al alza iniciado este verano tras dibujar un doble suelo en la zona de los 6.000 puntos.
Se confirmó la pauta con la superación de los 7.200 (línea naranja en la serie adjunta), se hizo el consabido pull back y se tiró para arriba, dejando atrás la resistencia que cotizaba en los 7.600 (línea negra, soporte perdido convertido en resistencia para futuras recuperaciones) y superando asimismo la directriz bajista de medio plazo (línea roja).
Y en estos momentos el lector estará pensando que ahora es cuando vienen las malas noticias: emplear verbos en pasado para referirse al buen aspecto del índice no puede traer nada bueno.
Y en estos momentos es cuando el analista hace gala de la consabida ambigüedad que tanto se nos achaca y dice aquello de “sí, pero no”. Sí hay nubarrones sobre el muy corto plazo del Ibex por la pérdida del soporte más inmediato, el que cotizaba en los 7.940 puntos. Pero no podemos hablar del final del movimiento al alza iniciado este verano, ni mucho menos.
De hecho, puestos a ser optimistas, ¿por qué no es posible entender que ese contundente retroceso visto hoy no es más que un paso atrás hacia la directriz bajista recientemente superada?
Una tendencia alcista se caracteriza, entre otras cosas, por una sucesión de mínimos relevantes crecientes. Sólo cuando esa secuencia falla puede afirmar un analista técnico que la tendencia al alza ha finalizado.
La tendencia alcista que vive la bolsa española en el corto plazo, iniciada en los 6.000 puntos, ha dado comienzo hoy a una onda correctiva. Pero para que esa onda a la baja acabe convirtiéndose en un cambio de tendencia deberíamos ver cierres por debajo de los 7.150 puntos (por redondear). Es lo que tiene el haber subido con tanta verticalidad, que los niveles en los que cotizan los mínimos relevantes pueden estar demasiado alejados entre sí.
No sabemos si habremos aclarado la cuestión al lector. Técnicamente, así es que como vemos las cosas por aquí.