Dice el tango que veinte años no es nada y, sin embargo, en este pequeño rincón del mercado que es la bolsa española llevamos un lustro de tendencia bajista y ya estamos hasta el gorro. El tiempo parece detenerse cuando toca vivir los malos momentos.
El 9 de noviembre de 2007 el Ibex 35 lograba superar el nivel de los 16.000 puntos. Es cierto que el sector bancario, a ambos lados del Atlántico, había dado muestras de agotamiento meses atrás e incluso ya comenzaba a hablarse en determinados círculos de la recesión, esa palabra olvidada cuyo significado real algunos prácticamente desconocían. Pero las bolsas no parecían cotizar nada de eso y todo eran alharacas.
Cinco años después, estaríamos dispuestos a organizar una fiesta por el mero hecho de ver cómo el índice patrio supera la zona de los 8.200 puntos. Estos años de bajismo impenitente han conseguido que nos conformemos con poca cosa.
Y si todo esto no fuera ya bastante, resulta que en otras latitudes las cosas no se han desarrollado de la misma manera. Pulsen sobre el gráfico que acompañamos y abandónense a la envidia pura y dura. Observen cómo cinco años después nuestro Ibex 35 cotiza un cincuenta por ciento más abajo, mientras el Dax alemán no llega al diez de descuento, o el Dow Jones estadounidense se encuentra en los mismos niveles de entonces, habiéndolos superado hace apenas un par de meses. Lo dicho, sientan envidia; pero nada de medias tintas, nada de envidia sana. No les importe desear que la situación fuera justo la contraria.
Las lecturas que pueden hacerse de esa gráfica comparativa son muchas, y todas bastante negativas. Si le concedemos a la bolsa la cualidad de ser un fiel reflejo del estado económico de un país, a uno le entran ganas de emigrar hacia las tierras donde las líneas miran hacia arriba.
Si lo miramos por el lado estrictamente bursátil, aún nos preguntamos qué fue lo que se quebró a comienzos de 2010. Lo que hasta ahí había sido un paso uniforme, se convirtió en una obstinada búsqueda de la originalidad por parte de nuestra bolsa.
Para los inversores nacionales, aún atenazados por ese atávico temor a cruzar las fronteras en sus operaciones (los resultados de público de nuestra Sección Otras Bolsas dan buena fe de ello), este lustro bajista ha supuesto pérdidas acumuladas de las que costará salir, ausentarse de los mercados o, en el mejor de los casos, tener que hilar muy fino a la hora de comprar, teniendo siempre a la tendencia de fondo en nuestra contra.
Lo peor, si es que aún cabe algo peor, es que todavía hoy no vemos síntomas que evidencien el final de este ciclo bajista en la bolsa española. Puede ser que los brotes verdes estén a la vuelta de la esquina, pero aún no cotizan en el parqué.
No podemos acabar este artículo sin dejar una nota esperanzadora. No sería justo. Vuelvan a posar su mirada (espero que no hayamos conseguido empañarla con lágrimas) sobre el gráfico de la envidia y consuélense con todo el camino que nos queda por recorrer hasta alcanzarles. El que no se consuela es porque no quiere.
Se ve que «Spain is different» también en bolsa.
Saludos.