La información privilegiada es uno de esos males que aquejan a las bolsas y que las convierten de vez en cuando en vergonzosos mercados ineficientes. El que unos pocos, por caminos oscuros que bordean la legalidad, conozcan con antelación hechos relevantes que sin lugar a dudas influirán en la cotización una vez salgan a la luz, es, como poco, una inmoralidad que debiera desterrarse de los mercados. Obviamente, sólo el castigo ejemplar, o al menos una investigación concienzuda de cada caso, podrían acabar provocando ese deseable destierro.
No sabemos quién fue informado, aunque es algo que puede conocerse revisando las operaciones compradoras de los días señalados. No sabemos quién fue el informante, dato este de difícil, por no decir imposible, aclaración.
Lo único cierto es que Banesto registró un volumen anormalmente alto los pasados días 12, 13 y 14 de diciembre, especialmente los dos primeros. De hecho hacía meses que no se alcanzaban esas cifras de contratación. ¿Casualidad? Por favor, seamos serios, casualidades de este tipo no existen.
El día de mayor volumen, el pasado jueves, se acumuló de forma elegante: los precios sólo tuvieron un rango intradiario de nueve céntimos. Está claro que saben hacer las cosas bien.
Curiosamente, y aquí entramos ya en la contemplación de la gráfica, el tremendo hueco de apertura que se ha producido esta mañana tras el levantamiento de la suspensión de la cotización ha conseguido situar a Banesto justo sobre esa directriz bajista nacida hace ya más de un año. Quizá, ahora que el común de los mortales ha tenido el honor de conocer lo que parece que otros ya conocían días antes, los privilegiadamente informados hayan decidido que toca vender y concretar las plusvalías.
Un episodio más, y van muchos, en el que el desarrollo de los acontecimientos nos insinúa (el uso de este verbo tan suave me ha sido aconsejado por mi asesor jurídico) que ha habido información privilegiada de por medio. Vergonzoso, … presuntamente.