El negocio de los hemoderivados, vamos, la sangre de toda la vida, debe ser extremadamente rentable. La compañía debe tener unos sólidos fundamentales. Pero todavía nadie ha conseguido demostrarme que el mercado se equivoca. Realmente, no es que yo crea mucho en la eficiencia del mercado. Se trata más bien de la creencia en el mercado como única medida fiable del valor real de los títulos que en él cotizan en un momento determinado.
Las seis últimas velas del gráfico diario de Grifols constituyen una bandada compuesta por seis imponentes cuervos negros que han llevado al precio, sin solución de continuidad, desde la línea azul inferior de nuestro gráfico a la verde, describiendo un perfecto pull back al soporte perdido.
Decía alguien que había que comprar cuando se viera sangre en las calles. Yo opino que cuando la sangre corre de esta manera por el gráfico es mejor esperar a que la coagulación acabe su proceso, la herida cicatrice convenientemente y, sólo entonces, habrá tiempo de comprar. Más que nada porque, si esa línea verde se pierde solventemente en cierres, el reguero de hemoderivados puede llevar al precio un euro más abajo. Antes, por supuesto, deberían caer los soportes horizontales que cotizan en el mantenimiento en cierres de los 10,85 y 10,65 euros.
La verdad es que releyendo el artículo, veo que me ha quedado algo macabro. En fin, ahora están de moda las películas de vampiros, aunque se trate de Nosferatus metrosexuales carentes del encanto de aquel Drácula que alguna noche de sueño nos quitó en el pasado.
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