Todo aquello que cotiza en un mercado más o menos abierto y cuya cotización puede ser representada en un eje de coordenadas a través del tiempo es susceptible de ser sometido a las reglas del análisis técnico. Ya sea el S&P 500 ó los futuros del arroz, si el devenir del precio a lo largo del tiempo puede plasmarse en una gráfica, también puede ser sometido al dictamen del chartismo.
El bono español a diez años, el mismo que recoge los vaivenes de la consabida prima de riesgo, no es una excepción. Despleguemos la gráfica semanal, tal y como acabó el mes de octubre, y comencemos la disección:
Lo primero que salta a la vista es ese gran doble techo en la zona del 7,60 por ciento. En estos dos últimos años, por ahí se ha frenado la locura a la que el tema de la deuda soberana ha sido capaz de llegar. Más allá de esa línea roja, podríamos decir que cotiza la bancarrota de nuestro país. Eso sí, técnicamente, un doble techo no es tal hasta que no se cruza a la baja el punto mínimo intermedio entre ambos máximos, lo que en este caso equivaldría a ver cómo se pierde la zona del 4,80 por ciento. Por debajo de esa línea azul horizontal, la prima de riesgo dejaría de ocupar titulares, … afortunadamente.
Lo segundo que creemos que debe destacarse es que el riesgo país aún no ha pasado. La directriz alcista que marcamos, nacida en marzo de 2010 en la placentera zona del 3,70 por ciento (punto de apoyo de la rentabilidad del bono nacional durante años) sigue viva y el peligro de que las subidas reaparezcan permanece, pues, latente.
Una pérdida de esa alcista que comentamos sería un primer síntoma positivo. Si posteriormente cayera el 4,80 por ciento, podríamos comenzar a respirar algo más tranquilos.
Seguiremos los acontecimientos, por la cuenta que nos tiene.