No es la primera vez que creemos ver motivos técnicos que invitan al optimismo (entiéndase, a la compra) en Grifols y, después, el mercado acaba por hacernos ver que estábamos en el error. Y es que siempre que un valor tan castigado amaga una vuelta al alza, es difícil evitar el dejarse llevar por la euforia que nos provoca pensar en el mucho camino por recorrer y las no pocas plusvalías que atesorar.
Desde luego, detalles técnicos no faltan en la serie que ahora traemos del valor. Todo lo ocurrido desde que el precio perdiera el gran soporte de los 10 euros (línea azul horizontal) y el posterior camino que le ha llevado de vuelta a esa cota bien pudiera considerarse como un suelo redondeado, pauta con implicaciones teóricas de cambio de tendencia.
Sin embargo, en el aire quedan un par de argumentos que oponer a lo dicho: el primero, el que esa línea azul horizontal podría ahora actuar como resistencia para la recuperación, tal y como el chartismo propugna respecto a los soportes perdidos; y el segundo, que quizá no estemos viendo otra cosa que un típico viaje de suelo a techo dentro del canal bajista que definen las líneas rojas.
Un operador sin prisas seguramente optaría por esperar a que todas estas ideas contrapuestas se aclararan en algún sentido, antes de tomar una decisión de inversión. Un especulador de corto plazo seguramente desearía que en próximas sesiones se viera algún retroceso que aligerara la verticalidad con que se ha conquistado este último euro, y tras ver cierres solventes por encima de la línea azul que marcamos, tirarse al barro de las compras con stop ajustadísimo en los últimos mínimos relevantes o bien en la pérdida en cierres de la zona de los 8,80 euros, que es donde de verdad el precio tiene un soporte de eficacia demostrada en el corto plazo.
El lobo (los toros alcistas) ha amagado con venir varias veces y ahora la gráfica vuelve a insinuarse. Hacer caso o no una vez más o esperar a ver de verdad los colmillos del cánido es ya cosa de cada uno. Al menos, y siempre que seamos disciplinados en el uso de los stops, lo más que podremos llevarnos será un leve mordisco, nada comparable con lo que le ocurriera al Pedro de la fábula.