Igual que aquellos buscadores de tesoros que fueron engullidos por mares procelosos, ahora también los incansables buscadores de suelos pueden verse devorados por la tormentosa obstinación que toda tendencia tiene en perpetuarse.
Sea cual sea nuestro horizonte temporal de especulación, siempre han de establecerse determinadas premisas que, una vez cumplidas, activen nuestra operativa en uno u otro sentido.
Esta mañana, mientras algunos ya lanzaban las campanas al vuelo clamando por un gran rebote, fijábamos desde aquí nuestra condición para entender que el Ibex 35 daba compra en el corto plazo: la superación en cierres del nivel de los 7.850 puntos. Y al cierre, nos sigue valiendo. Quizá mañana, según discurran los acontecimientos, modifiquemos a la baja nuestra premisa, pero ahora ésa es la que nos vale.
Nunca ganaremos el primer euro (metafóricamente hablando), pero al menos, si hemos de perder la vida (y seguimos con las metáforas) en el oscuro océano de la bolsa, lo haremos siguiendo una carta de navegación (mucha metáfora va siendo esto) y no guiados por cualquier estrella caprichosa.