En la película del Ibex 35, tendemos a ver a los alcistas como los buenos, empeñados en tirar del índice hacia arriba y conseguir con ello que los pequeños inversores rentabilicen sus inversiones (mayoritariamente en el lado comprador); mientras que en ese imaginario los malos son los bajistas, una panda de monstruos peludos que, incomprensiblemente, se obstinan en hacer caer las cotizaciones, trayendo con ello toda clase de males sobre las economías mundiales, y sobre las particulares, por el mero afán de lucrarse con nuestra desgracia.
Pues bien, en esta versión maniquea y un tanto adulterada de la realidad bursátil nos encontramos justo en uno de esos momentos álgidos en los que ambos bandos cruzan sus espadas sobre un terreno crucial. Del resultado final de esa batalla puede depender en buena medida el desarrollo de los acontecimientos bélicos posteriores, de suerte que el ejército perdedor puede tardar en recomponer sus fuerzas y verse obligado a retroceder sus líneas.
Ese punto crítico, técnicamente hablando, no es otro que la resistencia dejada tras el significativo hueco bajista del uno de noviembre pasado. Esa banda amarilla que marcamos en la gráfica adjunta constituye la muralla en la que los bajistas se han parapetado desde entonces, rechazando los sucesivos intentos de ruptura alcista.
El Ibex campa en el interior de ese terreno minado y, de momento, parece saber por donde pisa. La superación holgada de los 8.960 puntos en precios de cierre sería todo un síntoma de fortaleza para el corto plazo. No se acabarían con ello las resistencias que superar (de hecho, en los 9.225 puntos habita otra inmediata), pero las sensaciones serían positivas.
Seguiremos el desarrollo de este apasionante argumento.