Hace sólo un par de días conocíamos la noticia: Inditex dejaba de trabajar con dos proveedores de Bangladesh tras encontrarse prendas con la marca gallega entre los restos de un incendio acaecido en una tercera factoría sin relación con la multinacional española. Entre las víctimas había dos menores. No es la primera vez que ocurre algo así, en 2011 las autoridades brasileñas denunciaban que la principal proveedora de Zara fabricaba ropa en “condiciones de esclavitud”.
Estos dos últimos días la cotización de Inditex se ha resentido de forma apreciable e incluso ha llegado a cruzar a la baja una directriz alcista nacida en julio pasado. ¿Relación causa-efecto? En absoluto, estas cosas hace ya mucho tiempo que dejaron de cotizar en bolsa, si es que alguna vez lo hicieron. Nos hemos acostumbrado a eso que se llama deslocalización y que practican miles de empresas en todo el mundo, un fenómeno al que en ocasiones le sería más apropiado el calificativo de deshumanización.
Inditex alega desconocimiento. Pues muy bien. Si metes la mano en un avispero, ¿de verdad puedes justificar las múltiples picaduras con el desconocimiento?
No pretendo remover sus conciencias, allá cada uno con la suya. Si pusiéramos en una balanza, a un lado, ese pantalón que nos queda divino de la muerte, o esa chaqueta rebajada a la mitad, o el balón oficial del último mundial a un precio increíble, y en el otro a miles de filipinos, indonesios, peruanos o vietnamitas trabajando catorce horas diarias, seis días por semana, trescientos sesenta días al año, por menos de 500 dólares mensuales, ¿hacia dónde se inclinaría su particular balanza?
En el primer mundo aceptamos una serie de cosas como inevitables y nos permitimos además ejercer cierto imperialismo moral. No estamos dispuestos a que los guepardos del Serengeti dejen de ofrecernos a la hora de la siesta sus espectaculares carreras en pos de la gacela Thompson, ni vamos a renunciar a ver cómo los elefantes desnudan alguna acacia. Si alguno de esos insensibles africanos que apenas puede sacar adelante a su nutrida prole osa poner un pie en la reserva natural, debe apechugar con un duro castigo. ¡Qué falta de conciencia medioambiental!
En fin, sea como fuere, vigilemos a Inditex. El precio parece deslocalizarse un tanto tras la pérdida de esa directriz alcista azul que marcamos en la gráfica, habiéndolo hecho además con volumen alto. Si esa línea verde no lo impide, la gran banda de soporte (en amarillo en la serie) que va de los 91,95 a los 95,40 euros puede volver a ponerse de actualidad.
Y la actualidad manda. ¿O no?