Tanto tiempo llevaba dándose por hecho que Portugal sería el siguiente país de la Europa periférica en necesitar un rescate financiero, tanto tiempo llevaba descontándose ese escenario en las cotizaciones que, cuando la noticia se ha hecho efectiva, el mercado luso no se ha inmutado. Incluso podríamos decir que la consumación de ese fracaso en las cuentas públicas ha sentado bien a la bolsa portuguesa.
La bolsa es una máquina de descontar expectativas y parece que el rescate ya estaba convenientemente amortizado en los precios. En cualquier caso, técnicamente, el índice de referencia del país vecino (el PSI 20) seguirá siendo tendencialmente bajista mientras no consiga superar esa zona de los 8.900-9.000 puntos que marcamos con una línea roja en la serie adjunta.
Puestos a elucubrar, toca ahora especular con la posibilidad de que sea España el siguiente en pedir ayuda europea. En las cábalas que se hicieron a lo largo de 2010 siempre se marcaba como inevitable esa suerte para nuestro país, una vez cayera el otro ocupante de la Península Ibérica. Es cierto que cada vez se insinúa menos esa posibilidad en los mentideros económicos, como también lo es que quizá España ya haya sido sometida hace meses a un rescate encubierto o de bajo nivel con la imposición de determinadas medidas en política económica.
En cualquier caso, lo que parece más obvio es que, como ha ocurrido en el caso portugués, el mercado ya ha hecho hace tiempo el descuento de ese escenario y su concreción no debe asustarnos demasiado, aunque sea en estrictos términos bursátiles. Puestos a forzar el argumento, si, como ha ocurrido en Portugal, los bancos recibirían con alegría la noticia del rescate, no habrá mal que por bien no venga, considerando el peso que el sector tiene en nuestra bolsa.
Y es que el que no se consuela es porque no quiere.