Seguramente habrán oído hablar en más de una ocasión del swing trading y estamos convencidos también de que muchos de nuestros lectores tendrán claro en qué consiste esta técnica de especulación bursátil, e incluso que no son pocos los que la practican. Aun así, es un tema que merece ser tratado.
El término inglés swing puede ser traducido como columpio, oscilación, vaivén. Y, precisamente, ahí radica la esencia de esta forma de operar: en el aprovechamiento de las oscilaciones y vaivenes que los precios dibujan en el desarrollo de una tendencia. Se trataría, en el fondo, de la aplicación de esa vieja regla (simple pero difícil de llevar a la práctica) que proclama el comprar en soporte y vender en resistencia.
Identificar una tendencia y posicionarse corto o largo cuando los precios alcancen determinados niveles de precio relevantes desde el punto de vista técnico. Si sólo operamos sobre el contado de acciones, bien por convicción o por prohibición, se trataría de comprar en niveles de precio especialmente propicios para la apertura de posiciones largas y cerrar nuestra posición cuando se alcanzasen resistencias y/o la cotización diera síntomas de iniciar un nuevo retroceso.
Los típicos canales que tanto proliferan en nuestras gráficas constituyen el campo de batalla ideal para el swing trading. Cada acercamiento a la base sería la antesala de una compra, al menor síntoma de vuelta al alza, y toda aproximación al techo nos haría extremar la vigilancia, vendiendo al más leve síntoma de retroceso.
En cuanto al espacio temporal en el que se desarrolla esta operativa, por más que podáis leer por ahí algunas afirmaciones gratuitas al respecto, la lógica de la propia técnica de especulación nos dice que mantendremos una posición abierta tanto tiempo como el mercado tarde en darnos motivos para su cierre, bien porque hayamos cometido un error y salte nuestro stop de protección, bien porque se haya llegado a un nivel de resistencia relevante y la cotización amague el retroceso. Podrán ser días, semanas e incluso meses.
Como un ejemplo vale más que mil palabras, recurrimos a la gráfica diaria de DIA para que puedan visualizar todo lo dicho, sirviendo además como ejemplo de rabiosa actualidad de una cuestión siempre difícil en esta técnica operativa: la de cerrar o no una posición con beneficios que aún no ha alcanzado los objetivos teóricos, pero cuyo precio dibuja una fea pauta.
Un swing trading ideal en DIA habría consistido en comprar en cada toque a la base de esos canales que se marcan y vender en la parte alta de los mismos, cuando las velas nos hablaban de iniciar un vaivén hacia la parte baja. Tan fácil, tan sencillo y, sin embargo, tan complicado. Y es que, además de los factores sicológicos que en cada momento teóricamente idóneo harán dudar al operador y hasta acabar haciéndole perder el movimiento, suelen producirse situaciones en las que, sin haberse alcanzado la parte alta de esos canales, las velas nos alertan de un techo temporal de mercado.
Observen la vela dejada hoy por DIA, una auténtica estrella fugaz que casi parece una lápida doji. Cierre y apertura con sólo un céntimo de diferencia, cercanos a los mínimos de la sesión, y todo ello tras un gran paseo intradiario por zonas de precio bastante más altas. Como suelen decir los seguidores del candlestick, este tipo de velas viene a darnos noticia del reguero de tumbas alcistas dejado durante la sesión. Todos aquellos operadores que abrieron posiciones compradoras a lo largo de la jornada se encuentran con pérdidas al cierre. Si en próximas sesiones, acaso mañana mismo, se esboza una vela bajista, bien pudiéramos estar ante el inicio de un retroceso hacia la parte baja del canal. En consecuencia, quizá mañana hubiera motivos para cerrar los largos y concretar las plusvalías latentes.
Si después todo queda en un nubarrón pasajero y el precio se torna al alza, tampoco hubiéramos perdido tanto. Tocaría volver a comprar y seguir columpiándonos sobre la tendencia.