Leía anoche en un prestigioso portal financiero estadounidense, antes de que se supiera el resultado de las elecciones presidenciales, un interesante y extenso artículo sobre aquellos sectores en los que invertir para el caso de que el vencedor fuera Obama. Ahora, cuando la opción más probable se ha acabado concretando y el presidente se prepara para su segundo mandato, nuestros lectores agradecerán alguna referencia al mismo, aderezándolo todo con un vistazo a nuestro gráfico de cabecera de corto plazo en el cfd sobre el Dow Jones Industrial, a fin de poder comprobar si realmente los futuros americanos cotizan o no un posible efecto Obama.
La tesis fundamental del artículo citado no es otra que el profundo idilio vivido estos años entre Obama y Wall Street. Este romance se ha concretado en una revalorización del 76 por ciento en el S&P 500 desde que tomara posesión en enero de 2009, o en el 128 por ciento de subida acumulada en el mismo período por el Nasdaq 100.
Nada que ver con el 13 por ciento de disminución durante los primeros cuatro años del mandato de su predecesor George W. Busch, o el escaso 25 por ciento de subida en el caso de Reagan, auténtico icono del liberalismo. Incluso Clinton, quien tomara posesión en los felices noventa, en uno de los ciclos alcistas más sostenidos y exuberantes de la historia bursátil, no superó la marca de Obama, quedándose en un 60 por ciento de subida acumulada.
¿Se trata de una simple casualidad histórica? Sostiene el autor que no, que la política de la Reserva Federal durante este período “ha rellenado sistemáticamente los bolsillos de los estadounidenses con dinero en efectivo, en una especie de rescate sin fin”. Por ahí pueden estar las claves de la historia de amor entre Obama y la bolsa de Nueva York. Si a ello se le añaden tasas de interés históricamente bajas, la resurrección de la moribunda industria de construcción residencial y la reforma sanitaria, concluiremos que, en bolsa, las casualidades no existen.
La cuestión, de cara al futuro, se centra en saber si los sectores económicos especialmente beneficiados por la política de Obama (con su consiguiente proyección alcista en las cotizaciones) lo seguirán siendo en el futuro. ¿Debemos seguir apostando por laboratorios y aseguradoras de salud al calor del Obamacare? ¿Seguirán las constructoras y sus industrias auxiliares, incluida la de ventas minoristas para el hogar, emergiendo? ¿Continuarán siendo el Nasdaq y buena parte de sus componentes los abanderados de las subidas bursátiles, al calor de la escasa injerencia estatal en cuestiones que atañen a las nuevas tecnologías? ¿Seguirá …?
Muchas preguntas. Las respuestas, como siempre, nos vendrán de la mano de los precios y de su desarrollo en los gráficos. Aunque ya hay quien augura una primera parte de este segundo mandato presidencial menos brillante, en consonancia con lo ocurrido históricamente, para retornar las alegres subidas en los dos últimos años (2.015-2.016), todo puede ser. Por más que el pasado nos sirva para elucubrar sobre lo que está por venir, nada está escrito.
De momento, en el estricto corto plazo, puede decirse que el Dow Jones Industrial no recoge esta mañana efecto Obama alguno en la cotización de sus derivados. Las cosas vienen a estar donde se dejaron anoche al cierre. Tenemos un nuevo pull back del cfd sobre el Dow a la zona de los 13.300 puntos (soporte perdido que ahora actúa como resistencia), tras respetar el sostén que cotiza en la zona de los 12.980 puntos.
Sin embargo, los alcistas no encuentran motivos para superar la cota de los 13.300, lo que sería un verdadero síntoma de fortaleza. Quizá esta tarde encuentren razones para ello. Si, como sostienen algunos analistas al otro lado del Atlántico, buena parte de culpa de la corrección iniciada por los índices directores de Wall Street a mediados de septiembre la tuvieron las encuestas que pronosticaban una elección reñida, otorgando por momentos incluso posibilidades a Romney; ahora que se han despejado las dudas deberíamos dejar atrás esta onda correctiva.
¿O es que ésas no eran las razones para corregir? Y, digo yo, ¿acaso importan los motivos? Nos movemos, eso es lo importante. Los porqués no generan plusvalías.