El pasado 21 de diciembre nuestro planeta decidió que, mal que bien, era mejor continuar girando alrededor del sol. Sin embargo, al otro lado del Atlántico tuvieron su particular momento maya en forma de una caída brusca y rápida de los futuros. A eso de las dos de la madrugada española, los derivados sobre el S&P 500 cayeron más de cincuenta puntos del tirón. En Europa, sólo algún insomne que matara el rato delante de la pantalla debió notar el seísmo. Por supuesto, los que hubieran dejado stops en máquina en sus posiciones compradoras sobre el índice también sintieron sus efectos al levantarse.
Detrás de ese latigazo, se encuentran las mismas razones que están impidiendo que en la bolsa neoyorquina se disfrute este año del tradicional rally bursátil navideño. El abismo fiscal y sus amenazantes efectos sobre la economía estadounidense impide a los alcistas ejercer un control eficiente de las cotizaciones y los bajistas cada vez parecen encontrar más fuerzas para pasar al contraataque.
En el medio y largo plazo, conseguidos los acuerdos que republicanos y demócratas aún no han sido capaces de alcanzar, quizá el abismo fiscal se quede en nada o, al menos, en algo no tan dañino como cabría suponer. Sin embargo, en el corto plazo son ya varias las víctimas: las vacaciones de Obama, quizá el puesto de Boehner, el rally de fin de año, el sueño de algún noctámbulo operador, …
De momento, el aspecto técnico de corto plazo en el S&P 500 no es una de sus víctimas, aunque pudiera estar a punto de serlo. Seguiremos los acontecimientos.